Dices que la marea seguirá subiendo y que el mar seguirá siendo cristal.
Que la
distancia salpicará nuestros rostros con envidia.
Pero creo
que eso no seguirá siempre siendo así.
Nunca he creído que todo se
mantenga, que nada cambie.
El mundo
ahora sí da explicaciones y no está tal y como empezó. No soy la
misma que aquel día, donde estaba la cama cuyas sábanas habían
dejado de tener importancia, donde la tierra lloraba agua y los sueños se rompían, donde dejé atrás aquello que me hizo ser quien soy, donde construí recuerdos que me abrumarían hasta el fin de mis días, donde aprendí a ser otra de nuevo, donde te escribí. No soy
la misma que pasaba las noches entre líneas, cenizas y confesiones.
No soy la misma a la que no le importaba ir y venir, romper aquello
que se le pusiera por delante y dejarse la piel por vivir como jamás
antes. No soy la misma que se sentó en aquel banco como tantas otras y a la que no le importó ser una más, que estuvo en
aquel bar de los recuerdos y las cenizas construyendo nuevos devenires entre tonos de gris, ni ya tampoco soy la misma
que deambuló por Cádiz intentando recomponerse. No soy la misma,
pero tampoco quiero serlo.
Y, aunque no
te des cuenta, ya nada es igual, ni siquiera mi miedo. Ya no eres aquel que me hablaba de
sueños rotos, de clavos que se clavaban en la piel y que quemaban, de poemas sinsentido que no sabía si helaban como heló
Milán; o si quemaban como quemó Ámsterdam.
Nada es igual, porque nada permanece. Ya no queda Cádiz, ni Sevilla, ni
Milán, ni Ámsterdam. Pero no importa, porque estoy dispuesta a
crear nuevos mares de cristal, nueva arena que se moje, que se deje
llevar, que se hunda y que se pierda.
Tengo miedo a retroceder.
A hacernos daño. A que queme y desgarre.
A que sea otro Ámsterdam.
Pero, sobre todo, tengo miedo a enfrentarme a todo lo que siento.
Estoy contigo linda, nada permanece igual, todo cambia, por mucho que queramos evitarlo.
ResponderEliminarMe encanta como escribes, es hermoso.
Un fuerte abrazo, espero que estés bien.