Me
dejo ir, llevar, entre cuerpos perennes que me arrastran, que tiran
de mí. Da igual con quien me cruce, atraviese o rompa. Cae sobre mí
como un manto de agua fría que me hiela, que te hiela, que nos
congela, que se lo llevó todo. Se llevó Ámsterdan, te llevó a ti
y me llevó.
Y
me dejo caer, y olvido. Olvido lo que fuimos, o lo que no fuimos,
porque no sé si fuimos algo o si lo inventé. Olvido el molino que
se veía a lo lejos, los fuegos artificiales que contemplamos juntxs,
desde el mismo puerto, pero separadxs. Separadxs por metros que me
parecían infranqueables. Olvido cómo me mirabas como si pudiera
desatar en ti las tormentas que tú desatabas en mí. Olvido cómo lo
hubiera dejado todo por ti, como tú jamás hiciste por mí. Olvido
cómo me engañaste y me hiciste creer que eras otro. Cómo te
despediste tres veces y cómo me besaste en aquella sala sin paredes,
arrimadxs contra la pared. Tú, yo. También estaba Ella, pero se
iba, desparecía. Gracias a ti, a Ámsterdam. Me aferraba a Ella
porque te ibas y me iba, se iba lo que teníamos, se iba Ámsterdam,
el otro lado de la cama y los desayunos con sabor a tabaco.
Y
cuando olvidaba todo solo quedaba Ella, volvía, me arrastraba y me
hundía.
Lo
que más dolió no fue irnos, ni la historia que hilamos entre tonos
grises; lo que dolió fue que no volvieras, que te marcharas, que me
mintieras, que nos rompieras en mil pedazos.
Dolió
que fueras un cobarde.
Dolió
tener que olvidarte. Pasar página. Dejar Ámsterdam cerrado.
Dolió
Milán.
¡Me ha encantado lo que has escrito!
ResponderEliminarFeliz Sabado :3
Besos*u*
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