No podemos escondernos ni siquiera con una máscara

Qué fácil resulta esconderse de los problemas, desaparecer y hacerles creer que no pueden alcanzarnos. 
Los humanos tenemos esa tendencia a no enfrentarnos a las tormentas, a tirar los paraguas y quedarnos en casa para no mojarnos. Esa tendencia a no ser capaces de dar la cara a las cosas.
Qué fácil resulta ponerse una máscara y hacer como que no existimos, que lo que hay debajo de ella no somos nosotros.
Pero no podemos escondernos del destino, ni siquiera con una máscara.

Hay cosas en la vida que jamás entenderás.
Cómo una mariposa puede venir de un gusano, cómo pudimos frenar a los nazis, cómo muere una persona y a dónde va, cómo se siente el amor y de dónde viene.
Supongo que es fácil entrar en crisis y no saber salir. Tener miedo a enfrentarnos a nuestros propios demonios, ponernos una coraza y no quitárnosla. 
Sentir ese miedo constante a huir, a correr y correr dándole la espalda a los problemas, a gritar hasta ahogarte con tu propia voz, a que te tiemblen las manos, a que todo se venga abajo como si el suelo fuera a partirse en dos.

Es tan fácil no echar la vista atrás y desaparecer para siempre.
Por ese miedo a evitar lo difícil, correr deseando no volver a equivocarte, tropezarte con las piedras y ser incapaz de levantarte.
Miedo a querer lo prohibido, a equivocarte amando y no poder volver atrás.
Pero el miedo no puede consumirnos, no puede arrastrarnos hasta que no quede de nosotros más que cenizas, no puede vencernos.
Porque el miedo nos hace sentir vivos pero no podemos dejar que nos domine.

-No podemos ponernos una máscara y fingir que todo va bien, así no vamos a escapar airosos del destino y sus problemas.