Reflejo, capítulo cinco: Fin.

Capítulo cinco: Fin.

Hemán acabó a mi lado mientras me agazapaba a mi rodillas. Sentía las lágrimas calientes al borde de mis ojos, amenazando con caer. 

-No pasa nada Michel -me dijo el con voz dulce.

-¿Qué soy? -Le pregunté únicamente con voz queda.

-No lo sé... el monstruo con el que me topé huyó por ti. Y esa red... estaba hecha para humanos, por eso me quemaba y a ti no. El hombre era... eso...

-Un monstruo. Como soy yo -le contesté ahogada en lágrimas-. Vamos a por ella.
-No tenemos, podemos irnos Michel, descubrir qué eres.
-Ella lo sabe, lo sabe todo...

Entramos en una habitación negra y en el centro de ella había un trono blanco. En él una mujer de piel tan pálida como la mía, ojos claros y pelo casi blanco me miraba. Me sonrió y luego en pocos segundos se encontraba a mi lado. Sus piernas eran largas y delgadas, su cuerpo parecía tan débil que me asustaba poder tocarla y que se derrumbara. 

-Hola Michel -me dijo con una tenue sonrisa.

-¿Qué sabes de mí? Sé que sabes mucho.

-Sé quiénes son tus padres, sé quién eres, se qué eres. Soy tu madre... eres como yo. 

Se me vino el alma al suelo al escuchar sus palabras, ¿Lady Dolor, la tirana, era mi madre? 

-¿Por qué me abandonaste? ¿Por qué están todos ahí dentro?

-Los protejo del sol. Él nos hace daño, nosotros somos etéreos.

-No es cierto... tú eres etérea. ¿Qué somos?

-Reencarnaciones, eso somos. Yo muero una y otra vez y vuelvo a la vida...

-¿Y ese colgante? -Gritó Hemán desde el otro lado de la sala desde donde nos observaba.

-Permite que deje de reencarnarme y viva siempre en este cuerpo.

Quizás fue la ira que llevaba dentro por acabar de descubrir que mi madre era un monstruo, al igual que yo. O quizás fue que deseaba con todas mis fuerzas acabar con la tirana que tenía ante mí. Fuese por lo que fuese cogí su colgante y lo lancé contra el suelo.

La mujer etérea, pálida y cadavérica que se prestaba ante mí cayó al suelo gritando hasta que su corazón dejó de latir.

-¿Crees que era cierto? -Le dije mirándolo a la luz de la luna, había anochecido-. Es como si ya nos conociéramos...

-Es que ya nos conocemos Michel...

-¿Qué?

-No en esta vida, pero sí en otra. Tú no eras Michel ni yo Hemán. Sólo recuerdo tu mirada, no sé lo que significa eso pero yo te amé y tú a mí, y ahora mismo creo que es lo más importante. Tú eres una reencarnación y me arrastras contigo.Te quiero Michel y lo haré siempre. Por eso fuiste tú en las cuevas, siempre recuerdo nuestras reencarnaciones, aunque tú sueles tardar en recordar...

Tras esto acercó sus dulces labios a los míos y nos fundimos en un beso que recordaría siempre...

                                             Fin