Reflejo, capítulo cuatro: El reflejo

Capítulo cuatro: El reflejo

Arranqué la red que mantenía preso a Hemán y le hacía daño mientras él perdía la conciencia. Cuando conseguí liberarlo me levanté instintivamente para enfrentarme a la persona que le había atacado pero no encontré a nadie.

Hemán fue abriendo los ojos poco a poco y observé la velocidad en la que se curaban sus heridas. Era increíble y a la vez aterrador. ¿Quién era Hemán? O, ¿qué?

-Michel, ¿dónde? -Me preguntó incorporándose como si no hubiera ocurrido nada.

-¿Qué dices? ¿Qué acaba de pasar? ¿Quién era ese? -Le pregunto gritando alarmada.

-¿Dónde está?

-¡No lo sé! ¿Qué demonios importa eso?

-Vamos.

Hemán me cogió del brazo y a pesar de mis protestas, de los golpes que le di y de mis gritos continuó andando sin responder a ninguna de mis preguntas.

Al final del día tuve que admitir, que tras la comida y todas las horas que pasamos hablando, descubrí que teníamos más en común de lo que parecía y que éramos prácticamente iguales a la hora de pensar y actuar. Me había hecho reír y por un momento había olvidado los aterradores secretos que parecían rodearle.

Aquella noche nos adentramos en el castillo de Lady Dolor. Nos hicimos pasar por comerciantes y nos dejaron entrar. Hemán decidió que era mejor dormir en los jardines, que eran grandes y la gente solía ir allí a pasear libremente.

-Es todo tan extraño -musité mientras observaba las llamas de la hoguera que habíamos preparado.

-Te acostumbrarás -me contestó.

-El sol existe, Lady Dolor es inmortal, intentamos matarla, hemos sido engañados...

-Háblame de tu familia -me pidió. No entendí por qué de pronto quería saber sobre ellos, pero le complací.

-Mi madre me abandonó al tenerme, dijeron que huyó de las cuevas. Nadie supo nunca quién era mi padre, por lo que pudo ser cualquiera...

-Por tu voz no suenas convencida -me dijo acercándose a mí.

-Nunca llegué a creer que mi madre huyera... no sé por qué lo dicen, ni siquiera saben cómo se llamaba. Quizás, quizás sólo quizás... era del exterior... como tú.

Hemán me cogió de la mano e hizo que me levantara.

-Tengo que enseñarte algo.

-¿Qué? 

No dijo nada, sólo tiró de mí y casi me arrastró hasta un lago pequeño que había ante nosotros.

-¿Qué? -Repetí malhumorada. Yo le contaba mis sospechas sobre mi madre, que eran completamente serias y él se dedicaba a arrastrarme a un maldito lago pequeño, ¿era estúpido o algo?

-Este es el Lago Eterno.

-¿Y?

-Admira tu reflejo.

Me arrodillé ante el lago sin estar muy convencida de que serviría para algo y maldecí entre dientes a Hemán.

-No sé qué tengo que ver pero sólo veo mi pelo rubio enmarañado -le contesté poniendo los ojos en blanco.

-Mira bien.

Seguí con la mirada clavada en el agua y descubrí un reflejo muy diferente al que me había mostrado antes el lago. Grité y me eché atrás a tiempo de ver cómo Hemán se agachaba a mi lado mientras yo me alejaba de él arrastrándome...